En Cuentos de la selva, del escritor uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937), un libro de cuentos infantiles publicado por primera vez en 1918 en Buenos Aires, Argentina, se encuentra el relato al que vamos a tratar de aproximarnos a lo largo de las siguientes líneas: El paso del Yabebirí. En guaraní significa literalmente "río de las rayas", debido a que en sus aguas alberga un sinnúmero de estos peces cartilaginosos y venenosos. Quiroga, dicho sea de paso, vivió durante dos periodos de su vida en la región selvática de Misiones, en Argentina, donde se halla el cauce del Yabebirí, y que desemboca en el Paraná, en Brasil, atravesando parte de una zona selvática del Paraguay.
A través de Cuentos de la selva el autor reflexiona sobre la vida de los animales y la llegada de la civilización a la selva, de la especie humana y su vida en este lugar, que con prepotencia y necesidad de dominio llega como un intruso a desequilibrar. Asimismo, enseña al mundo este lugar inhóspito con unas características propias de esa zona del sur del continente americano, una fauna y flora silvestres que menciona con los nombres vernáculos con que se conocen en la región, elementos identitarios que cobran gran importancia dentro de la narrativa latinoamericana.
En El paso del Yabebirí los animales tienen la capacidad de hablar; no podemos decir que tienen otras facultades humanas como sentir o pensar, porque sabemos de sobra que los animales sienten y piensan; quizá sea ese un punto que pretenda sacar a flote el autor en sus reflexiones sobre la selva y trate de transmitir a los niños y jóvenes el amor y respeto que merecen los animales. Pero lo interesante de todo esto es que siempre realizan dichas acciones, como sentir, pensar y hablar dentro y desde su fisonomía animal, es decir, son animales que están condicionados por su anatomía y no se extralimitan. Estas facultades (personificación) le permiten comunicarse con otros animales y con los seres humanos, aspecto que le da un aire de verosimilitud importantísimo a la diégesis, debido a que centra al lector en un ambiente selvático real, donde hay una comunicación entre unos seres y otros cada uno desde su roll y con una problemática a resolver; en cambio no en uno imaginario o fantástico donde hay árboles hablan, peces que vuelan y serpientes que caminan. Hay que resaltar que en este relato se maneja un lenguaje muy sencillo, poco habitual en otras narraciones del mismo autor; lo emplea con el fin de llegar a ese público infantil al que inicialmente está dirigido.
Dentro del relato, por otro lado, la selva se muestra como un ente perfecto, autosostenible, con unas reglas y principios que el hombre en su necedad viene a transgredir. Y eso es precisamente lo que ocurre en el cuento que nos ocupa, una transgresión; pescar con dinamita, hecho primero de la narración, era no solo una brutalidad sino también una barbaridad: "Tiran una bomba al río, matando millones de peces". Empero, esta práctica realizada por unos hombres malvados invasores de esa región, es rechazada por uno bueno, muy serio, que llega a vivir allí, a Misiones. Este hombre trata de devolver el equilibrio natural de las cosas, conmovido por la muerte inútil de los peces chiquitos que "no sirven para nada". Siente, pues, lástima por ellos, y actúa echando a esos hombres a cazar a otro lugar. Por su parte, los peces habitantes del río quedan enormemente agradecidos por el gesto que el
hombre tuvo con ellos. Experimentan un sentimiento humano, sí, pero también animal, que es el de la gratitud.
Empero ocurre algo: este hombre bondadoso para la comunidad del Yabebirí, tiene problemas con el tigre y quizá lo agrede, aunque las rayas lo justifican, acción que desencadena el ataque de los tigres y que las rayas impiden a toda costa. Este sujeto resulta ser para este tigre y para su familia, como es natural, una amenaza, a quienes aniquila con su "winchester" en una acción postrera, cosa que permite entrever que el hombre es un cazador implacable, de esos que no desperdician tiro, pues en tan sólo dos minutos acabó con toda una manada de tigres. Aquí entramos en una contradicción selvática: para los habitantes del Yabebirí el hombre es un amigo, un buen tipo que llegó a Misiones para salvarlos de las garras de esas bestias humanas; para los tigres es un intruso. Como es natural, las rayas van a proteger a toda costa la vida de ese buen hombre a quien tanto aprecian y por quien están dispuestas a dar la vida; y, en efecto, la dan en la batalla que libran contra la manada de tigres que perseguía al hombre por un hecho que se dio de manera confusa, ya que no se sabe a ciencia cierta quién atacó primero al otro.
Otra cuestión importante para resaltar es que si bien una lectura profunda del relato permite ver entre líneas algunas contradicciones de carácter filosófico, entre lo apolíneo y lo dionisíaco de las estancia del ser humano en la selva, al final, en el último párrafo, como es natural en la narrativa infantil, podemos ver concluida una perfecta armonía entre hombre y naturaleza, aunque lograda a sangre y fuego, justificada por una amistad y cariño entrañables que había sembrado este hombre bueno en los corazones de los pobladores del Yabebirí, y en algunos otros habitantes de la selva, como el zorro, quien oportunamente dio aviso a las rayas del peligro en que estaba su amigo, y del carpincho, especie de roedor a quien por estos lados conocemos como ponche, que fue el que trajo el arma con que el hombre acabó con los tigres. De este modo, el autor deja abierta la posibilidad de la estancia del hombre en la selva de manera armónica, advirtiéndolo, sin embargo, de ciertos peligros a que debería enfrentarse.
Asimismo, otro aspecto del relato que es importante resaltar, es el suceso del combate a muerte de las rayas contra los tigres. En esta batalla hubo un gran protagonismo por parte de las rayas jóvenes, debido a que su espíritu de lucha no dejó desfalleció ni dejó desfallecer a las rayas adultas que se encontraban ya sin fuerzas y con la moral por el suelo, o mejor en este caso, en el fondo del río: "-¡NI NUNCA!- gritaron las rayas más jóvenes y que no tenían tanta experiencia", expresión que en el mismo relato se explica es propia de las gentes de esos lados del Paraná que hablan el guaraní. De este modo, el cuento deja, sin duda, varias enseñanzas a los más jóvenes e invita a la reflexión a los adultos. Definitivamente no hay enemigo pequeño y la unión hace la fuerza.
Para concluir, se puede decir, de acuerdo con lo anterior, que se cierra un ciclo: la gratitud ahora era mutua, el hombre se sentía agradecido con las rayas que le salvaron la vida arriesgando las de cientos de ellas, hicieron en realidad mucho más de lo que él hizo por ellas. La bondad y la gratitud se manifiestan, pues, en el relato, como sentimientos positivos en medio de un ambiente hostil que fue la batalla con los tigres y la expulsión de los hombres que pescaban con dinamita, ambiente de selva en general. Se respira lucha y paz en la misma medida. Termina así, pues, una linda historia de amistad y de lucha conjunta, de reciprocidad e intercambio, de esfuerzo y sentimiento, de guerra y de paz entre el binomio hombre-naturaleza.
Referencias:
1. Cuentos de la selva, Bogotá - Colombia, Editorial COMCOSUR. Págs 41-52. Todas las citas se hacen de esta edición. ISBN: 978-958-59509-3-1.
2. Daniel Rodriguez, Naturaleza y degradación en ocho cuentos de Horacio Quiroga, 2005. México.
3. Martha L. Canfield, Horacio Quiroga: La selva sagrada y el reino perfectible, 1990. Colombia.