martes, 1 de mayo de 2018

Conflictos de Raza e identidad en cuatro poemas de Derek Walcott


Resumen
A lo largo de la historia, muchos autores han recurrido a la literatura como forma de afirmar identidades ultrajadas y marginadas por razas “superiores”. En este trabajo se intentará analizar el conflicto aparente de identidad y raza que resalta en cuatro poemas de Derek Walcott. Centrando la atención en hablante lírico, tan importante en todo poema y oyente lírico. Título, tema, asunto, envío poético, temple e ánimo y espacio poético propuestas en la guía de análisis suministrada y proponen una visión que permite vislumbrar la carga de rasgos autobiográficos de estos poemas.
Palabras clave: Identidad, Raza, Derek Walcott, Historia, olvido.
Derek Walcott fue un poeta que nació en una pequeña isla ubicada en el mar Caribe llamada Santa Lucía, en el año 1930. Su vida estuvo dedicada a la poesía, al teatro y a la pintura. Tanto fue el impacto que su poesía logró a nivel sociocultural y artístico que recibió honorablemente en 1992 el premio Nobel de Literatura. Falleció en 2017, en su tierra natal, a los 87 años.
A lo largo de toda su obra, el autor pretende reivindicar al negro e indígena torturado y degradado, y, asimismo, revelar aquel maltrato, aquel agravio, no para generar rencor sino, por el contrario, para recordar aquella historia con plena conciencia de lo acontecido y con la seguridad de que cada una de las personas pertenecientes a estas culturas merecen conciliar, para que así se pueda “construir una nueva identidad caribeña” (Bernal, 2010).
Walcott era un mestizo, hijo de padre inglés y madre afrodescendiente. Es posible que esta condición haya influido en su vida y obra como influyó en el peruano José María Arguedas la condición de ser hijo de padre “blanco” y madre indígena. Arguedas, por ejemplo, atravesaba el conflicto cultural de sentirse “blanco entre los indios e indio entre los blancos”. Probablemente este cruce de “razas” lo haya atormentado como al escritor indigenista peruano, y lo haya impulsado a tratar de inscribir en la historia de la literatura la historia de su pueblo, de su cultura, de su raza. Es por lo que analizaremos cuatro de sus poemas, tratando así de desentrañar su historia.

Veranda
Este poema publicado en 1993, en la colección Islas; retrata la rememoración de los fragmentos de una identidad construida del dolor y la violencia. En él, el poeta recurre a la memoria para entender un presente difuso, fragmentado, una suerte de amalgama cultural que no termina de entender o a la que todavía no consigue acomodarse, quizá porque aún siente la presencia de los otros en su territorio, aún no alcanza a reconocerse en ese espacio que ocupa, que es su casa. Se sabe libre pero preso en el pasado.
Asimismo,  asume una actitud apostrófica o apelativa en cuanto se dirige a un “tú”  “¿Por qué os hago levantar?” A todo esto, se le suma la actitud más lírica de todas, la carmínica. Aquí el hablante opta por referirse a su propia interioridad: “Yo maduro hacia vuestro ocaso, señor, el sueño donde me queman en aquella travesía marítima, donde navego […]”.
Por otro lado, el título, aunque aparentemente sencillo, posee una carga simbólica  muy compleja que constituye el distanciamiento del hablante lírico frente a su presente. Dicho de otro modo: entendemos como veranda como un mirador, un espacio de la casa con vistas al exterior, a la calle, que se encuentra usualmente a una altura significativa y ofrece una perspectiva diferente al de la planta baja. No obstante, la veranda como parte de una casa construye una metáfora interesante, pues se reconoce la casa como un pueblo; es a través del paisaje que le ofrece este mirador que el hablante lírico va a desarrollar su narración.
Otro aspecto para analizar es precisamente este último, el hablante lirico, cuya característica principal es que es explícito y reflexiona sobre lo agónico de su historia: “Yo maduro hacia vuestro ocaso, señor […]/Yo soy el hombre que mi padre amó y fue.” Es también un revelador de experiencias, que más que optar por una única actitud, posee una voz que se transforma y asume posiciones diversas. Es enunciativo, cuenta la tragedia de un hijo. “Un suicidio entre las llamas.” “Su hijo mulato recogió sus carbonizados huesos negruzcos.”
Seguido de lo anterior, el oyente lírico del poema aparece explícito en la estrofa VIII que dice “Un fantasma surge de ti / el fantasma de mi abuelo / …”. Con ese “ti” se infiere que un posible destinatario sean esos personajes colonos a quien se dirige directamente, como se indicó más arriba, pero también podría referirse a esos naturales de su tierra, a esos herederos, a esos seres colonizados. No hay tanta claridad en ese aspecto. No hay que dejar a un lado que más adelante se dirige a alguien en particular a quien llama “señor” que es el mismo a quien se dirige en el primer verso de la estrofa VIII; este término es utilizado como una forma de tratamiento respetuosa hacia alguien que está por encima de uno, como los colonizadores, por ejemplo.
Entretanto, en el envío poético el hablante presenta un tono triste, melancólico y a la vez irónico, en donde evoca su pasado, sus raíces y la mezcla de razas producto de la violencia; irónico también porque trata de señor, una forma respetuosa, a un personaje que se impuso con violencia en su tierra, se piensa en uno de esos sanguinarios colonizadores que se hacía respetar a la fuerza.
En el poema se logra percibir un tono que hemos convenido en llamar indignación nostálgica: un sentimiento que es producto de la impotencia que se manifiesta en forma de remembranza, de la evocación de un pasado -todavía presente- de dominación, de conflicto de toda índole; un sentimiento que despierta una mirada al pasado, a los años de la conquista y sus antepasados, a través de la veranda de su casa.
Luego de la colonización, este hombre libre siente que debe apropiarse nuevamente de su territorio, de su casa (la casa como metáfora siempre), aprendiendo a vivir con la historia, con la ira que llegan las vejaciones, con la nostalgia de lo sucedido.
Con lo anterior, queremos decir que, si bien el temple de ánimo tiene matices nostálgicos, también logra transmitir sentimientos de ira, quizá producto, como se dijo anteriormente, de la impotente remembranza de un pasado abusivo y hostil, pero también de la imposibilidad de reconocerse a sí mismo. Esto último es muy importante, porque, adicionalmente, se vislumbra también cierto afán de una apropiación identitaria, a través de la cual ese individuo colonizado pueda sentar unas bases sólidas sobre las cenizas del pasado que lleva a cuestas.
El espacio poético del poema está determinado por una serie de cuestiones que tienen que ver con el espacio físico descrito (del que poco se habla realmente), y también con la configuración de pensamiento que se obtiene a través de la evocación de recuerdos, de datos relativos a un periodo de colonización europea, que traen consigo el despertar de diversas sensaciones y sentimientos. Por tanto, se puede decir que estos aspectos que componen el poema ayudan a estructurar un espacio poético completo más allá de un entorno simplemente físico, donde se puede reconocer un ser sensible, preocupado por el devenir histórico de su cultura, de su pueblo.
Cabe destacar un aspecto vital que se aprehende con la descripción somera del entorno físico y más con otros recursos íntimos del hablante lírico, y es la universalidad que goza el poema, debido a que cualquier lector hijo de una tierra que fue colonizada por europeos, podrá reconocerse en cada una de las líneas que lo componen.
Gros-Ilet
No sabemos si es con s o sin s, si obedezca a un error de imprenta o qué realmente, pero lo que sí sabemos es que el título de este poema lleva el nombre de una localidad de la isla de Santa Lucía, cuna de Derek Walcott. Le escribía a su tierra, a su gente, y este poema no es la excepción. 
En Gros-Ilet, Walcott nos presenta una isla otra, una “aldea” con unas raíces bien fuertes, resistente a las tormentas marinas que llegan del otro lado del Atlántico a conquistar, a transformarnos en un apéndice de ellos.
El poema, entre otras cosas, es una apología, si se quiere, de las costumbres y modos de ser distintos de las personas de una “aldea” del Caribe; dicho de otro modo, el hecho de que sean distintos, porque sus costumbres no provienen del continente europeo, no quiere decir que sean menos y que no deban sentirse orgullosos de la riqueza cultural y natural que poseen. Este es el tema del poema, el rescate de unos modos de ser, pensar y actuar diferentes, otros, ricos y múltiples, diversos y únicos.
Por otra parte, debemos referirnos a la voz poética del poema, a ese hablante lírico que toma una posición enunciativa para describir esa aldea. Empero lo hace con una voz propia, de alguien que conoce, que cree, que siente esa aldea, que le duele; una voz que se incluye en el texto poético (“caminamos”, “dormimos”, “estuviéramos”, “nuestro sentido del equilibrio”).
Walcott le habla a la humanidad. Su poesía no tiene un destinatario específico. Empero, ¿para quién la ironía si no para los que llegaron a imponerse en su tierra?, ¿para quién resaltar la belleza de que goza la isla que lo vio nacer si no para esos que viven en ella que no la ven? 
El entorno físico en que se enmarca el texto poético, gracias a la descripción exhaustiva de éste y la advertencia que desde el título el autor nos hace, se puede colegir de manera sencilla, a diferencia de otros poemas, que es una isla. 
En lo referido al envió poético, el hablante lírico hace una especie de presentación y trata de resaltar la belleza de aquella isla, en donde no hay quesos ni vinos finos, sin embargo, hay otras cuestiones aún más valiosas. Con un tono irónico todo el tiempo, realiza comparaciones en tono burlesco.
Es muy interesante la visión de mundo que nos proporciona este poema, esa apertura a lo diverso, a lo exótico, a lo distinto; esa exhortación a abrir los ojos, a entender esos conflictos culturales que sufren los pueblos que fueron colonizados por europeos. La lucha por configurarse como hombre caribe, negro, mestizo, mulato, se ve reflejada en las líneas de este poema. A este respecto diría Santiago Gabriel Calise (2009):
"Estos fragmentos muestran lo más imperceptible del pensamiento eurocéntrico, que es la utilización de palabras acuñadas en otras latitudes, y forzadas a encajar en otra realidad diferente. De alguna manera, la naturaleza del Nuevo Mundo es comparada y vista con ojos nostálgicos, o quizás irónicos, se pregunta Walcott, de manera que ésta es inferiorizada, o sea, como una variante deformada del patrón original". Es por ello que Walcott podrá decir, ironizando orgullosamente:
"There is no wine here, no cheese, the almonds are green,
The sea grapes bitter, the language is that of slaves."
“Gros-îlet” (Walcott 2007: 64)

Codicilio
Codicilio es un poema que pertenece a la colección Pleno verano, Poesía selecta (1964) en cuyos versos se expresa su posición frente a un tema recurrente y trascendental en toda su obra: el dolor de patria frente a un panorama de pobreza racial y cultural. Empero se manifiesta a través del sentimiento de la indignación y desarraigo; por otro lado, la vida y la muerte en cada una de las estrofas se presentan a través de las olas, las que funcionan como metáfora de los dos opuestos mencionados anteriormente.
Para iniciar el análisis se podría comenzar por el título y la sugerencia que este ofrece. Se entiende por codicilio según la Real Academia Española como “toda disposición de última voluntad que no contiene la institución del heredero y que puede otorgarse en ausencia de testamento o como complemento de él”. En este orden, de ideas se puede inferir que el hablante lírico sugiere a través de título una propuesta que trate de replantear esa herencia europea que persiste aún en su territorio del cual él y su gente es heredera. Propone despojarse de esas vestiduras europeas que provocan una problemática que genera pobreza, abandono y falta de identidad nacional, lo cual se convierte en un problema, tal como lo menciona Ruiz, G. A. F. (2011) en el artículo titulado "Poética e identidad: En Raúl Gómez Jattin."
Por otro lado, el tema que se trabaja la muerte se espera ansiosamente porque es difícil vivir con lesiones que no necesariamente son físicas, sino que fragmentan la sociedad y la denigran, una de ellas es el destierro y la otra, la no apreciación de aquellos ilustres. Igualmente, en este poema el autor presenta las olas de la playa como metáfora de la vida, la cual va y viene, arrancando y trayendo, llevándose consigo ilusiones, tristezas, injusticias; acercando o aproximando esperanzas y justicia. Sin embargo, este mar descrito en los versos de Codicilio revela lo que el océano se lleva sin la mínima ilusión de un regreso.
Asimismo, el hablante lírico construido por Walcott se expresa desde el exilio, deambulante, agotado, indignado y consciente de su condición de hombre, la cual lo conlleva a pensar en la muerte y lo que le espera a la nación que no replantea su identidad, además, se muestra indignado ante el sistema que la gobierna y la sumisión de sus habitantes. La muerte la ve como la etapa final de la vida que más temen los hombres; sin embargo, él es conocedor de lo que le espera porque su familia fue erradicada violentamente, tanto que menciona “Nada hay en el corazón; ni siquiera / miedo a la muerte. Conozco a demasiados muertos. / Todos son de la familia, conozco su manera de ser / e incluso como murieron. La carne / ardiendo ya no teme a la boca del horno / de la tierra.”
 Por otra parte, el oyente lírico en Codicilo no es explícito, no tiene un destinatario ficticio al cual esté dirigido; sin embargo, se puede inferir que destinado a las personas que lo leen, planteándoles así los problemas de la humanidad y de lo que ésta ha hecho para que se genere así conciencia acerca de lo que está aconteciendo y se logre una transformación social a través de la catarsis.
A partir de esto, el envío poético o estado de ánimo del hablante lírico en el presente poema analizado, Codicilo, en el cual el hablante lírico inicia exponiendo cómo se encuentra lesionada una sociedad; seguidamente, comenta acerca de lo que ya no puede hacer porque el tiempo ha pasado y es bastante tarde para intentar remendar algo que ya pasó; más adelante, expone su lamentación ante la situación del país y del poco sentido de pertenencia que se le tiene a este, y el escaso valor que se le da a aquellas personas que pueden aportar algún bien a la humanidad, a los cuales les toca acudir a las sobras de esta; finalmente, manifiesta que así como él hay muchas personas a las que perdieron a sus familiares por causa de la violencia del colonialismo y el forzamiento racial. Es así, como a lo largo del poema el hablante pretende exponer todos estos eventos históricos para generar conciencia y llegar a la conciliación.
La visión de mundo que expresa el autor en su obra, está relacionada con la concepción que tiene de la vida, que en este caso habla de ella a través de metáforas como el mar, y más específicamente las olas que este genera las cuales se pasean entre una orilla y otra, llevando y trayendo consigo buenas y malas cosas, y dentro de estas malas, la muerte, para la cual personas como él que vieron y vivieron la violencia, no significa más que un momento que tarde o temprano tiene que llegar, no sin antes reconocer que aún a pesar de aquellas vivencias aún no se valora lo que sostiene la sociedad, es decir, la humanidad.
Así pues, en el poema el espacio poético en el que se encuentra el autor es una playa en la que está caminando, exiliado, bajo la luz de la luna, espacio que se presta para reflexionar acerca de aquellos elementos que hacen de la sociedad como las olas las cuales según el hablante lírico “se cansan de horizonte y regresan”; igualmente, piensa en qué es una nación y cuáles deben ser los pilares de esta, en qué acciones se deben apoyar y cuáles no, y sobre todo en los tratos inhumanos que se le dan a las personas. Es así como el mar es un espacio en el que se contempla la vida y los pormenores de esta.

La mar es la Historia
“La mar es la historia” condensa el mar como un cosmos conflictivo en el que habitan las memorias de la humanidad.   En este poema, el mar se presenta como el espacio en el que mora la verdadera historia. En él, sobreviven los viajes que han tenido los pueblos, sus saberes y memorias. Es un espacio donde la vida se construye, se altera y también en donde encuentra su fin. 
En este poema, en el hablante lirico se yuxtaponen dos actitudes en cuanto es enunciativo y apelativo. Este hablante lirico inicia con una interrogación hacia un “nosotros” que es respondida inmediatamente después: “¿Dónde están sus monumentos, sus batallas, sus mártires?/[…]Están, señores, en esa bóveda gris.”
 Es enunciativo en cuanto se observa un relato casi paralelo e intensamente relacionado al relato bíblico de la creación. Un viaje a la semilla, al origen. “En el principio fue el petróleo en hervor/ Espeso como el caos; […]”.
Alude también a el éxodo, lamentaciones y el nuevo testamento. “[…]alanceando un costado de Dios/ Al ocaso de su hijo […]”
A través de esa restauración de la historia, el hablante lirico muestra a la mar como ese universo/abismo insondable, en el que se encuentran violentamente sepultados fragmentos de la historia. Allí confluyen las vidas, los hechos que han construido la memoria de las civilizaciones.
Aquí la voz poética es explicita, se asume e identifica con un Yo. “[…] yo mismo los guiare.” Esta, diserta e interpela a un oyente lirico colectivo que es nombrado como un “señores”: “¿Dónde su memoria tribal?/ Están, señores, en esa bóveda gris.”
En cuanto al envío poético en “la mar es la historia” se observa que son diversos. Debido que los estados de ánimo del hablante están íntimamente ligados a las trasmutaciones que ha tenido el mar como espacio. Van desde el asombro, el dolor hasta el duelo. De acuerdo con esto, el temple de ánimo fundamental de este poema es el asombro, ya que el hablante lirico explora el mar como un espacio secreto, poderoso y   perenne que conoció un inicio, pero nunca un fin.
Ese mismo mar es el espacio poético. Allí se presenta una apertura para la aprehensión del mundo, en cuanto es revelador ya que las memorias de la humanidad que lo habitan se han ido construyendo de manera progresiva y contradictoria. De igual forma el mar puede ser una muestra ideal de la hibrido del caribe, debido a que el mar se alimenta de todos los espacios que toca, gracias a su movimiento constante y su perdurabilidad en el tiempo.



Conclusión
Derek Walcott, como vemos, es la voz poética de una comunidad caribeña que por siglos fue marginada, es la voz de una cultura incomprendida que todavía busca configurarse en un marco histórico y artístico propios, sin nada del pasado que la eclipse, que la acalle.
La desterritorialización, propuesta por Deleuze y Guattari es un elemento importantísimo en la poética de nuestro autor analizado, el idioma que utiliza no es, su lengua materna, ni de su tierra. Walcott, utiliza el inglés al tiempo que también introduce derivaciones del creole a través de diálogos en los poemas. Esto con el fin quizá, de llegar a más personas, de que el mundo conozca a esa raza que es la suya y se apropie de ella.
Se convierte esto entonces en un conflicto de identidad e incluso de escucha, "[…] esta comunidad imaginada no ha encontrado su encarnación en ninguna nación moderna” como afirma Calise, incluso aunque, “su existencia esté mayormente justificada Esta comunidad de gentes que no logran hacerse escuchar” a partir de esto es muy probable que quizás necesite, primero, reconocerse y dialogar más consistentemente entre sí, para lograr el regocijo de una identidad pura.

Referencias
Bernal, R. (2010). EL yo y los otros: Dialéctica de conciliación en dos poemas de Derek Walcott. Núcleo, 22(27), 115-131.
Calise, S. G. (2009). La poética de Derek Walcott y el problema de la poscolonialidad. Espéculo: Revista de Estudios Literarios, (43), 99.
Deleuze, Giles y Félix Guattari (1990) Kafka. Por una literatura menor, Ediciones Era, México, segunda reimpresión.

Ruiz, G. A. F. (2011). Poética e identidad: En Raúl Gómez Jattin. Revista Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica, (14), 143-169.

sábado, 12 de agosto de 2017

Breve comentario sobre Hombre irracional de Woody Allen.

"La filosofía es masturbación verbal."
Abe Lucas.

Desconozco por completo el éxito o fracaso que pudo tener en 2015, fecha de estreno, esta película de Woody Allen. Desconozco también el nombre de los protagonistas. No alcancé a leer los créditos. Por supuesto que sus caras me fueron muy conocidas; la de la pelirroja que en Birdman era rubia (imposible olvidar esos ojos eyectados del rostro), y la del tipo de  Gladiador, el que con el dedo arriba o abajo decidía el futuro de los luchadores; muy famoso él, por cierto. Podría perfectamente googlear y escribir acá sus nombres, trayectoria y demás, pero es que realmente no importa. No quiero posar de cinéfilo ni nada de esas cosas que no soy. En cambio, el nombre que sí me importa y que me aprendí para siempre es el de Abe Lucas, un brillante profesor de filosofía sumido por completo en el absurdo. Y me lo aprendí fácil, como me aprendí el de Eladio Linacero, el de Roquentin y el de monsieur Meursault. Por cierto, me hubiera gustado que alguien me hablara antes de esta película, le estaría agradecido toda la vida, como le agradezco a Feinmann que me haya llevado a Camus y a Sartre; como le agradezco a Onetti que me haya llevado a Arguedas; como le agradezco a Díaz que me haya llevado a la nada, porque la nada es todo para mí;  es decir, si bien no todo al menos es algo, un punto de partida y no un final, una conclusión como muchos creen. Pero nadie lo hizo. La vi porque así tenía que ser y ya está. En realidad eso da igual. Lo que me interesa y quisiera es tratar de terminar esto que empecé a manera de comentario. Lo cierto es que ahora no sé qué sea. Juzgue usted, amigo lector. 
Abe Lucas, como decía más arriba, era un reconocido y brillante profesor de filosofía que había caído por completo en el absurdo. Su vida carecía totalmente de sentido. Y aunque era atractivo, lucía descuidado, con un vientre muy pronunciado y un rostro demacrado, caminaba despacio e inclinado hacia adelante,  siempre ebrio, con una joroba que empezaba a dejarse notar. Pero eso no le importaba. A este hombre nada le importaba ni hacía feliz. No reía, no disfrutaba del sol veraniego ni de la paz que brinda la suave lluvia, ni de los amaneceres, ni del café, ya ni del sexo que solía ser su refugio. Ni de nada. Empero creo que era apenas compresible que tuviera esa actitud, pues su madre se había suicidado cuando el pequeño Abe tenía escasos doce años. Todo era basura para él, hasta el mismo alcohol en que estaba inmerso. Pensaba que no había una razón de peso para vivir.
Por otro lado, Lucas gozaba de cierto prestigio dentro del mundo académico, lo que lo llevó a recibir una oferta de trabajo en una universidad lejos de casa (obviamente no recuerdo ni el nombre de la universidad ni dónde quedaba. Y poco importa, realmente). Se fue a vivir y a enseñar allí, sin más esperanzas que las de encontrar buen whiskey.
En esa universidad conoció a Rita, una colega que no dudó desde un principio en insinuársele y él en acceder. También conoció a la inteligente Jill Pollard, una estudiante suya con quien también se enredó sexualmente. Y fue con Jill, la chica del cabello suavemente rojo y ojos ligeramente eyectados del rostro (iba a decir putamente) e hinchados y verdes, muy verdes, con quien Lucas encontró sorpresivamente el sentido de su vida; a ver, fue con Jill pero no por Jill que Lucas encontró un motivo para vivir. La cosa fue así: estaban los dos en un café, charlando y demás, cuando de repente Jill se interesó por la conversación de la mesa de al lado que escuchó por accidente, e invitó a Lucas a que sentara de inmediato a su lado para que pudiera oír: una señora, madre de unos pequeños, contaba su drama personal a otras personas que estaban con ella; les decía, entre otras cosas, que el corrupto juez de familia Thomas Spangler (tampoco olvido el nombre de ese infame) había fallado en su contra, quitándole la custodia de sus hijos y dándosela al padre, un hombre malo que no tenía forma de tenerlos bien, solamente porque éste, el juez Spangler, simpatizaba con el abogado de su ex. Por supuesto que esta mujer estaba destruida, iba a perder a sus hijos en pocos días. En aquella conversación esta pobre madre deseó cándidamente la muerte de Spangler. Pero Lucas, que escuchaba atento, le respondía en la mente, le decía a la dama que eso no iba a pasar si no lo provocaba, porque "desear no funciona". Y es verdad; si uno quiere que algo pase no basta con desearlo, hay que hacerlo. Y quién mejor que él para ese trabajo. Era trabajo de Superlucas.
Las sorpresivas ganas de vivir de Lucas radicaban, pues, en que iba a matar al juez de familia Thomas Spangler. Había encontrado al fin una razón para vivir.  No cabe duda que las lágrimas de la mujer lo conmovieron profundamente. Pensaba que matar a ese "bicho" era hacerle un bien a la humanidad. Por otro lado, lo motivaba un asesinato perfecto, artístico, estético, y para ello, por supuesto que debía ser con veneno, con cianuro específicamente. Así que su vida se llenó de luz, de color. Los días dejaron de ser grises... Empezó a disfrutar del sexo con Rita y con Jill y de todo lo que antes había desdeñado, como la naturaleza y sus paisajes, por ejemplo. Se lo veía beber menos también. Era un hombre nuevo, sin duda, desde el momento mismo en que empezó a planear la muerte de Spangler. Y lo mató, en efecto.
Pero esta felicidad le duraría muy poco a Abe Lucas. Estaba convencido de que el asesinato había sido perfecto. Ignoraba por completo que lo habían visto salir temprano de casa aquel sábado aciago. Entretanto, Jill Pollard se daba cuenta de que el asesino del juez Spangler era el profesor Abe Lucas, su amante. Estuvo segura de ello el día que entró a la casa de Lucas y encontró en su escritorio una copia de Crimen y castigo de Dostoyevski, y en la copia algo anotado referente al asesinato. Lo descubrió y lo presionó para que se entregara. Iban a condenar a otro hombre en su lugar. Moralmente eso estaba mal, y ese sentimiento de culpa le incomodaba mucho. Lo paradójico es que Lucas tenía varias publicaciones sobre moral. Suele pasar con frecuencia en las películas de Allen, lo paradójico juega un papel fundamental en la vida de sus personajes. Pero no voy a hablar de Allen y su estilo de cine filosófico, sino de Lucas, de Abe Lucas.
Este filóso no se iba a entregar nunca a la justicia porque por ese crimen premeditado lo tenía que pagar con su vida según las leyes. No se iba a entregar porque por primera vez en toda su existencia había logrado comprender por qué la gente amaba vivir, amaba tanto la vida y luchaba por ella. Entonces, como un crimen le abre la puerta a otro, diría Jill, Lucas planeó matarla. Es decir, no se iba a entregar, está claro, por tanto tenía que eliminarla, porque si él no se entregaba ella lo entregaba. ¡Cómo iba a renunciar Abe Lucas a su nueva vida, llena de sentido y color! De nuevo el tiro le salió por la culata, pero esta vez no falló la ruleta rusa. Pienso en Raskólnikov, también él se creyó un superhombre. Y pienso en mí.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Destierro

Salía a sudar toda la absurdez del día. Desde temprano había tenido la impresión de no poder esperar la noche para salir a correr el patetismo que se había apoderado de mí desde apenas entrado el alba. Y corrí largo rato, sin descanso, a la velocidad en que se pueden ver las cosas. Y vi niños jugar alegres junto a padres ausentes, distantes, un poco en otra cosa, en el teléfono, en el carro, con ropa de oficina encima, pesada, un hilo de algún perfume todavía. Corría y no me dejaba el absurdo, a mi lado, a mi ritmo, adelante, atrás, pero ahí. Seguía y más adelante el bus, lleno, la gente húmeda, hambrienta, somnolienta, cansada; y frenaba descortés y se apiñaban en el centro; arrancaba y se incorporaban de nuevo, volvían a la misma forma de antes, un poco encorvados para hacer contrapeso a algún bolso.  
 
Llegaba a un parque a buscar un aire que no me pareciera tan pesado, tan hostil, y a buscar algo de tomar porque no aguantaba la resequedad de los labios. Fue cuando vi la pareja. La brisa me traía un susurro extranjero, una voz ronca y seca, sorda, masculina, la que más hablaba. Luego de cinco minutos de disimulada atención supe que se trataba de una pareja de venezolanos, y me reproché no haberme dado cuenta antes, no haberlo sospechado al menos, intuido. Juzgué mi distracción. En suma, el venezolano, de espaldas, en mangas de camisa, que alguna vez fue blanca, le decía a la chica, con una convicción que me parecía infantil, que todo iba a estar bien. Naturalmente es muy distinto que planees un viaje, que te prepares, que juntes dinero y al cabo de cierta suma reunida te vayas, que te crezcan alas y vueles. Distinto es que organices, calcules todos los detalles con antelación, sepas a dónde vas a llegar y hasta tengas un empleo ya seguro, digno. Otra cosa es que decidas cuándo irte. En la cara de ese par no había tal cosa. Era la cara de unos desterrados, de alguien que tuvo que dejarlo todo de golpe; a juzgar por la edad, de un padre y una hija ya adulta, veintitantos, hablando del dichoso futuro; más bien hablando él, porque de la voz grave de la mujer sólo se escuchaban improperios en contra del culpable de su situación. Cuando al fin pude verle el rostro, bajo la luz amarilla, débil de una lámpara, vi en sus ojos apagados, negados a la noche, el destierro, la ignominia, un rictus de desconsuelo, de nada que hacer, de resignación. En cambio, el hombre sonreía sincero, dándole a su hija suaves golpes en la parte de la espalda desnuda y en el pecho de senos pequeños, puntudos, indiferentes. Ella negaba con la cabeza siempre, la frente arriba, húmeda, abyecta. Cuando alzaba la voz, el hombre le ponía el índice trémulo en los labios, dulce, tierno; no la dejaba insultar abiertamente, despotricar libre en un país ajeno que todavía no terminaba de aceptar su infortunio.  

Me iba. Salía corriendo de nuevo a gran velocidad para desprenderme de la imagen; pero al cabo, los pulmones reclamaban lo suyo, el espacio que la nicotina les venía robando por años, y tuve que parar, sentarme, descansar. Me pareció una ironía gigantesca el hecho de haber sido testigo de esta desgracia familiar justamente acaecida en el parque Venezuela.  Un momento más tarde me incorporé y seguí, caminando esta vez, lento, reflexivo, apretado.

sábado, 22 de julio de 2017

El egoísta.

El egoísta.

-Estaba preocupado. Llegas tarde.

-Entonces, ¿por qué no me llamaste?

-Estas calles se ponen peligrosas en invierno, lo sabes.

- Hace más frío acá adentro. Además, conozco bien París, lejos mejor que tú, que no sales.

-Eres terca como tu papá.

-Traje este pan.

-¿De la La Conquête du Pain?

-No compro pan en ningún otro sitio; no hay más panaderías como ésta en París. En realidad te lo envió Pierre. Quiere verte. Dice que hace mucho no sales.

-Quién iba a pensar que el París le iba a ganar al Madrid en la Casa Blanca -mirando hacia  la tele que la mujer encendía-.

-¿En Washington?

-No le ganaba hace siglos. El mejor fue Rabiot, sin duda.

-Casi me atropella un carro.

-Mañana debe estar terminada la novela.

-Me hubiera matado ese Citroën.

-El título...Puede ser el título.

- Yo venía distraída y él muy rápido.

-El final...Creo que el final tampoco está completo, le falta algo...

-Es profesor de la París VIII...

-Aunque he pensado mucho en dejar la novela abierta, tipo Chéjov. Ya sabes.

-De Filosofía. Aunque... Me pusiste a dudar, no recuerdo si es de Filosofía o de Historia.

-¿O será que la cierro?

-No, déjala abierta para que salga todo el vaho -hablaba desde la cocina mirando hacia la ventana de la sala-.

-Tienes razón, la dejaré abierta, ese vaho limita al lector.

-Con que quede abierta un poco será suficiente.

-Tienes razón de nuevo, demasiado abierta dejará desorientado al lector.

-Con un poco que abrió la ventanilla del Citroën salió todo el vaho, ese vaho -suspiraba-.

-Lo sé. Los finales, dicen, hay que cerrarlos; aunque a mí me gustan abiertos.

-Esta sopa te sentará bien. Es de garbanzos.

-Pienso en Cortázar cuando me dices eso. No puede haber un modelo; todo es norma, ley, postulado, paradigma, tópico, etc.

-Aparte, me ofreció empleo de traductora. Tiene contratos con universidades latinoamericanas.

-No hables de traducción todavía, por favor, no te adelantes a los hechos.

-No me caería nada, pero nada mal un empleo. En esta situación...

- No te preocupes. Cuando publique esta novela todo será diferente. Me compraré otro traje y un escritorio.

jueves, 20 de julio de 2017

LA CONSTRUCCIÓN DE LA MUJER EN LA TELEVISIÓN COLOMBIANA



A lo largo de la historia las mujeres han sido idealizadas como un objeto sexual, para el hogar, y con poca participación en la sociedad. Actualmente esa situación no ha cambiado mucho, y aunque se diga que al ser femenino se le está brindando una oportunidad en la sociedad, se puede ver cómo El modelo líder en la tv colombiana (telenovelas) sigue siendo el de la feminidad hegemónica, los lugares en los que circunda aún en la televisión colombiana es en el hogar y en el prostíbulo.
Las mujeres en la televisión han desempeñado muchos papeles, pero aun así, el imaginario acerca de la mujer en la televisión colombiana sigue siendo demasiado estereotipado, un ejemplo claro en la telenovela Yo soy Betty la fea escrita por Fernando Gaitán; producida por Fernández, M. Tinjacá, R. (1999-2011) y lanzada por primera vez gracias a RCN Televisión. Esta telenovela trata de la vida de una muchacha llamada Betty la cual se consideraba fea porque dentro del concepto de belleza establecido por la sociedad no entra ella; la mujer se encuentra en una lucha constante con la finalidad de ser aceptada por la belleza más no por la inteligencia. Cuando ingresa a trabajar a Ecomoda su pensamiento se ve mucho más degradado, puesto que en esta empresa las mujeres que alcanzaban un alto trabajo eran las bellas, por el contrario las demás eran plebeyas. Finalmente esta telenovela deja un mensaje que aunque parezca motivador, es a su vez destructor, porque Betty “la fea” y el grupo de las plebeyas terminan bellas, dando a entender que la belleza prima ante los valores, y que siendo bella lograras grande cosas
La  telenovela muestra pues un cambio en la personalidad del personaje principal, Betty, cuando era “fea” poseía una personalidad tímida, acomplejada, rechazada por su entorno, sumisa, enamoradiza, era débil; sin embargo, cuando ya era socialmente bella se volvió exitosa. Lo que da a entender que en esa sociedad la mujer sigue siendo un ente que solamente alcanza el éxito y es socialmente aceptada por su belleza, tratándola como su fuese un objeto más al cual hay que embellecer cada día más, y que sin esa belleza no alcanza ningún valor.
A partir de ello, podemos decir que se contribuye a la creación y reforzamiento de estereotipos sobre la mujer, quien es representada de una forma negativa en un contexto machista, dentro de un entorno aparentemente normal, en el que ser bonita o prostituta para encajar es valido; lo cual genera que la sociedad vea aceptable este tipo de comportamientos que terminarían realizándole un daño a la misma.
Este tipo de televisión que ha llegado a cada uno de los hogares colombianos, sobretodo en los que carecen de recursos económicos, se convierte en el ejemplo que muchas niñas creen deberian seguir. Desean tener senos y glúteos más grandes para poder tener  a un hombre que tenga dinero y que se fije en su belleza y sensualidad, convirtiéndose a sí mismas en un objeto sexual más en la sociedad colombiana.

el estereotipo de mujer joven o la mujer como objeto sexual sigue siendo el común denominador en este medio, Esta imagen se ha ido transformando en su construcción simbólica sin embargo se sigue prefiriendo una imagen tradicional con la propagación de estos programas también en la sociedad moderna. En contraste, la mayora de las veces veces exaltando el valor del hombre. "La voz que se impone en los programas de textos dramáticos y algunos no de ficción, es la del hombre que, desde su mirada perspectiva del mundo, está narrando esa realidad", explica Jesús Arroyave, director del Departamento de Comunicación Social de Uninorte. Esta investigación hace parte de un proyecto nacional liderado por la Comisión Nacional de Televisión (Cntv) y la Asociación Colombiana de Universidades (Ascun), que responden a la preocupación de formar audiencias con sentido crítico de los contenidos de la televisión.

Podríamos afirmar entonces que la imagen de la mujer real está desapareciendo de la televisión (comercial) en favor de ser sustituida por un baldío canon femenino impuesto socialmente, en una pequeña pantalla vista desde ojos masculinos. Un ejemplo de esto sería la otra de las creaciones de las compañías televisivas: Sin tetas no hay paraíso, dirigida por Luis Alberto Restrepo y transmitida por Caracol Televisión (2006). En esta, las mujeres son exhibidas como un símbolo sexual, quien necesita un buen cuerpo para triunfar, para dejar de ser una pobre más del país, y la única opción probable que se le plantea es la prostitución, pues la educación para la mujer no es siquiera considerada como una salida, por lo tanto debe exponerse a maltratos sexuales para poder adquirir dinero.

Camila, quien tiene un esposo y dos hijos, familia que pudo crear a pesar de estar estudiando, finalmente se graduó y en la actualidad trabaja como docente de un colegio jornada completa, este trabajo le ha permitido un avance personal; sin embargo, es consciente que al terminar su jornada laboral debe partir a recoger a los niños a la escuela, llegar lo antes posible y preparar la cena antes que su esposo llegue, ayudar a sus pequeños a hacer las tareas y tratar de descansar  para madrugar a preparar a toda su familia para un nuevo día.

Lo anterior, evidencia que si bien el estatus que en la sociedad ha alcanzado la mujer es tal para poder acceder a un empleo digno con su respectivo salario y poder sustentarse a sí misma, la imagen que prevalece es la de la mujer que debe estar atenta a resolver los quehaceres del hogar aun cuando su esposo puede colaborar, es ella quien llega del trabajo al igual que él, pero esta con la responsabilidad de cumplir con el cuidado de su familia.

Concluimos entonces que a la mujer se le sigue percibiendo en escasos matices. “La evaluación espontánea de las mujeres respecto su imagen en la pantalla es, generalmente, negativa. Se la percibe de manera estereotipada y con escasos matices. Una adecuada manera de ejemplificar los escasos matices en los que se sigue persiguiendo a la mujer a pesar del indudable avance del papel de la mujer en la sociedad es  la derrota de Hillary Clinton ante Donald Trump, mujer que aparentemente había ganado la aprobación de una considerable parte de la población estadounidense dejó evidenciado un resultado sorprendente para una contienda donde la primera mujer que es nominada por uno de los principales partidos de Estados Unidos compitió con un candidato que incluso manifestó los comentarios más misóginos y sexistas de cualquier nominado a la presidencia en la historia más cercana de nuestros tiempos.

Las principales razones que se mencionan en sus discursos son: 
(i)Su aparición en televisión se debe a la explotación de su cuerpo y belleza. 
(ii)Son “artificiales” en su apariencia física, ya que “performativizan” el cuerpo a través de operaciones.
(iii) Se agreden a sí mismas y a otras mujeres y, (iv) No cuentan con la formación profesional adecuada para los roles que desempeñan


Fernández, M. Tinjacá, R. (productor). 1999-2001. Yo soy Betty la fea. Bogotá, Colombia.: RCN Televisión.
Restrepo, L. (director). (2006). Sin tetas no hay paraíso. Colombia. Caracol televisión.